En general, me siento una persona alegre cuando estoy rodeada de personas que quiero y me quieren, cuando me junto con amigos, o cuando converso sobre algo que me resulta interesante… si siento calidez y escucha en un espacio, y si un lugar me resulta acogedor.
Cuando estoy sola, a veces me invade una sensación de melancolía, como si no pudiera hacer nada más que querer comunicarme de alguna manera con las personas que amo. No importa cómo, pero necesito saber que están bien y que me puedo encontrar pronto con ellos, pasar un rato, distender y hablar sobre lo que sea que queramos hablar, como hacía con mi abuela cuando la iba a visitar el último tiempo. Y yo podía ver tal alegría en su mirada cada vez que la saludaba. Creo en la emoción que ella podía hacerme sentir, tan hermosa...
Hay personas que me dan sensación de calidez, como un médico, ya jubilado hace unos años, que pasó una mañana con su perrito por la Biblioteca donde trabajo. El señor, Ricardo (el apellido no lo recuerdo) me contó que era del barrio y que había conocido a un poeta tanguero que vivía en la misma cuadra que Evaristo Carriego (donde estábamos hablando) y que los dos le parecían poetas tristes.
A lo que respondí sin titubear: “¡Es que la realidad es triste! Si sos realista, lo más probable es que seas triste.”
- ¡Pero, nena, no todo es triste!
- ¡Pero, nena, no todo es triste!
- Ahhh, no, claro. - creo que contesté. Pero pensé: Ahhh, alguien me lo tenía que recordar...
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