Un
día más de la semana, uno de esos viernes soleados, que por ser un día lindo es
mucho más alegre que cualquier otro viernes. Aún siendo una tarde de invierno,
hay aire de primavera y no hay ni una nube.
Como
cualquier estudiante que tiene tiempo libre entre una cosa y otra, en pleno
centro, ella fue a la plaza frente a Tribunales, a leer, antes de ir a la
facultad después del trabajo. Siempre le pasa lo mismo cada vez que va a una
plaza, no puede encontrar el lugar exacto donde sentirse cómoda como en el
jardín de su casa. En cada lugar donde se instala siente una molestia, algo que
no la deja concentrarse. Pero este día, encontró su lugar.
Estaba
sentada en el pasto, disfrutando de Marx con un lindo clima, mitad a la sombra
y mitad al sol, ni mucho calor ni mucho frío, cuando sintió que alguien se
sentó a su lado, y percibió que no solo de un lado sino de los dos había
personas. Al levantar la cabeza estaba rodeada de chicas de doce, trece años
aproximadamente, que la empezaron a intimidar con preguntas como: ¿Me enseñás a
leer?, ¿Cómo se lee?, ¿Vos sos como todos los que vienen por acá, que se visten
todas las chicas igual?... Ella les respondía de la mejor manera que podía,
hasta que le preguntaron el nombre y se los escribió, las chicas lo leyeron, y,
acto seguido escribieron sus nombres en la tapa de sus apuntes: Tati...
Yaque... Sole... Ceci... Ahí ella supo que sabían leer y escribir. De a poco,
fue entablando una buena conversación con ellas, y se dio cuenta de cómo le
tomaban el pelo estas chicas (de unos años menos, pero con mucha más “calle”).
Sabían leer, pero la mayoría ya no iba al colegio, y pasaban sus tardes en la
plaza, en la calle o en las boleterías de subte pidiendo monedas.
La charla no duro
más de quince minutos. Amigos de lejos, les gritaban, desde el otro lado de la
plaza: “Molestas, ¡déjenla en paz a la chica!”. Sin embargo, a ella no le
molestaba para nada, al contrario, le hubiera gustado compartir más tiempo con
ellas, conociéndolas.
Esa
tarde no fue simplemente una más para ella, aunque Tati, Yaque, Sole y Ceci
siempre están por ahí, todas las tardes.
Plaza de Tribunales, Ciudad de Buenos Aires.
Septiembre 2006.
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