Orson Welles, entre la verdad y la ficción.


Hay un ciclo de cine dedicado al músico Bernard Herrmann.
Ayer ví dos películas muy buenas: "El Ciudadano" ("Citizen Kane", de Orson Welles, 1941) y "Alma rebelde" ("Jane Eyre" (basada en la novela homónima de Emily Brontë), de Robert Stevenson, 1944: en las dos actúa Orson Welles.

“No me interesan las obras de arte, la posteridad y la fama, únicamente el placer de la experimentación en sí misma, es sólo en este terreno donde me encuentro verdaderamente honesto y sincero”

Filmografía de Orson Welles como director:

* 1941 - Citizen Kane (Ciudadano Kane / El ciudadano)
* 1942 - The Magnificent Ambersons (Soberbia[4] / Los magníficos Amberson / El cuarto mandamiento)
* 1942 - It's all true - Película inacabada
* 1942 - Tanques (Tanks) - Película inédita y desconocida
* 1945 - The Stranger (El extraño)
* 1947 - The lady from Shanghai (La dama de Shanghái)
* 1947 - Macbeth (Macbeth)
* 1952 - Othello (Otelo)
* 1955 - Mr. Arkadin (Mister Arkadin/Confidential report)
* 1956 - Moonraker - Película desconocida en argumento.
* 1957 - Touch of Evil (Sed de Mal / Sombras del mal)
* 1962 - El proceso (The Trial), basada en la novela El proceso de Franz Kafka.
* 1965 - Campanadas a medianoche (Falstaff / Chimes at Midnight)
* 1967 - The Deep - Película inacabada
* 1968 - Una historia inmmortal (The immortal story
* 1969 - Don Quijote de Orson Welles - Película inacabada (aunque montada en 1992 por Jesús Franco).
* 1970 - Al otro lado del viento - Película inacabada.
* 1973 - F for Fake (F de Falso / Falso / Fraude)
* 1978 - Filming Othello

Tenía 24 años cuando convenció al guionista Herman J. Mankiewicz para escribir una historia basada en la vida de William Randolph Hearst, magnate de la prensa, propietario de dos importantes periódicos. Tras unos retoques que él mismo realizó en el guión, Welles dirigió la película bajo el título de Citizen Kane. Hearst intentó prohibir la proyección, pero se estrenó en 1941 con gran éxito de crítica, aunque no de taquilla, debido a las trabas que tuvo en la distribución, promovidas por Hearst.



¿Para qué sirve la comunicación? - José Saramago



Una cuestión de ética
¿Para qué sirve la comunicación?
Por José Saramago

Las nuevas tecnologías de la comunicación multiplican de manera exponencial la masa
de informaciones disponibles. Esto es fascinante e inquietante a la vez. Fascinante
porque de ahora en más existen, al alcance de la mano, transformaciones muy
positivas en materia de educación y de formación. Inquietante, porque todo esto
dibuja un mundo sobre el que sobrevuelan subestimadas amenazas de
deshumanización y manipulación.

Un gran filósofo español del siglo XIX, Francisco de Goya, más conocido como pintor,
escribió un día: "El sueño de la razón engendra monstruos". En el momento en que
explotan las tecnologías de la comunicación, podemos preguntarnos si no están
engendrando ante nuestros ojos monstruos de un nuevo tipo. Por cierto, estas nuevas
tecnologías son ellas mismas fruto de la reflexión, de la razón. Pero ¿se trata de una razón despierta? ¿En el verdadero sentido de la palabra "despierta", es decir atenta, vigilante, crítica, obstinadamente crítica? ¿O de una razón somnolienta, adormecida, que en el momento de inventar, de crear, de imaginar, se descarrila y crea, imagina efectivamente monstruos?

A fines del siglo XIX, cuando el ferrocarril se impuso como un beneficio en materia de comunicación, algunos espíritus apesadumbrados no dudaron en afirmar que esta
máquina era terrorífica y que en los túneles la gente moriría asfixiada. Sostenían que a una velocidad superior a 50 kilómetros por hora la sangre saltaría por la nariz y las orejas y que los viajeros morirían en medio de horribles convulsiones. Son los apocalípticos, los pesimistas profesionales. Dudan siempre de los progresos de la razón, que según estos oscurantistas, no puede producir nada bueno. A pesar de que se equivocan en lo esencial, debemos admitir que los progresos suelen ser buenos y malos. Al mismo tiempo.
Internet es una tecnología que en sí no es ni buena ni mala. Sólo el uso que de ella se haga nos guiará para juzgarla. Y por esto es que la razón, hoy más que nunca, no
puede dormirse. Si una persona recibiera en su casa, cada día, quinientos periódicos
del mundo entero y si esto se supiera, probablemente diríamos que está loca. Y sería
cierto. Porque, ¿quién, sino un loco, puede proponerse leer quinientos periódicos por
día? Algunos olvidan esta evidencia cuando bullen de satisfacción al anunciarnos que
de ahora en más gracias a la revolución digital, podemos recibir quinientos canales de televisión. El feliz abonado a los quinientos canales será inevitablemente presa de una impaciencia febril, que ninguna imagen podrá saciar. Se perderá sin límite de tiempo en el laberinto vertiginoso de un zapping permanente. Consumirá imágenes, pero no se informará.
Se dice a veces que una imagen vale más que mil palabras. Es falso. Las imágenes
necesitan muy a menudo de un texto explicativo. Aunque más no sea para hacernos
reflexionar sobre el sentido mismo de algunas imágenes, de las cuales la televisión se nutre hasta el paroxismo. Esto pudo constatarse hace unos años, por ejemplo, durante la última etapa del Tour de Francia, cuando en el sprint final de los Campos Eliseos asistimos en directo a la espectacular caída de Abdujaparov.
Vimos esta escena como hubiéramos visto, en una calle, una persona embestida por
un auto. Con la diferencia de que el auto hubiera embestido a la persona solo una vez.
En la televisión, pudimos ver y volver a ver treinta veces la caída accidental de
Abdujaparov. Gracias a las miles de nuevas posibilidades de la técnica: con zoom, sin
zoom, en picada, en contrapicada, bajo un ángulo, bajo el ángulo opuesto, en
travelling, de frente, de perfil... Y también, interminablemente, en cámara lenta.
Con cada repetición, aprendíamos más sobre las circunstancias de la caída. Pero, cada
vez, nuestra sensibilidad se mitigaba un poco más. Poco a poco, volvíamos a ver esta
caída con la distancia de un cinéfilo que diseca una secuencia de una película de
acción. Las repeticiones habían terminado matando nuestra emoción.
Se nos dice que gracias a las nuevas tecnologías, en lo sucesivo alcanzamos las orillas de la comunicación total. La expresión es engañosa, permite creer que la totalidad de los seres humanos del planeta puede ahora comunicarse. Lamentablemente, no es cierto. Apenas el 3% de la población del globo tiene acceso a una computadora; y los que utilizan Internet son aún menos numerosos. La inmensa mayoría de nuestros
hermanos humanos ignora incluso la existencia de estas nuevas tecnologías. Hasta
ahora no disponen todavía de las conquistas elementales de la vieja revolución
industrial: agua potable, electricidad, escuela, hospital, rutas, ferrocarril, heladera, auto, etc. Si no se hace nada, la actual revolución de la información los ignorará de la misma manera.
La información nos vuelve más eruditos o sabios solo si nos acerca a los hombres. Pero con la posibilidad de acceder de lejos a todos los documentos que necesitamos, el riesgo de deshumanización aumenta. Y de ignorancia.
De ahora en más, la llave de la cultura no reside en la experiencia y el saber, sino en la aptitud para buscar información a través de los múltiples canales y depósitos que ofrece Internet. Se puede ignorar al mundo, no saber en qué universo social,
económico y político se vive, y disponer de toda la información posible. La
comunicación deja así de ser una forma de comunión. ¿Cómo no lamentar el fin de la
comunicación real, directa, de persona a persona?

Con obsesión, vemos concretarse el escenario de pesadilla anunciado por la ciencia
ficción: cada uno encerrado en su departamento, aislado de todos y de todo, en la
soledad más horrible, pero conectado a Internet y en comunicación con todo el
planeta. El fin del mundo material, de la experiencia, del contacto concreto, carnal... La disolución de los cuerpos.

Poco a poco, nos sentimos atrapados por la realidad virtual. A pesar de lo que se
pretende, es vieja como el mundo, como nuestros sueños. Y nuestros sueños nos han
conducido a universos virtuales extraordinarios, fascinantes, a continentes nuevos,
desconocidos, donde hemos vivido experiencias excepcionales, aventuras, amores,
peligros. Y a veces también pesadillas. Contra los cuales nos previno Goya. Sin que
esto signifique que haya que contener la imaginación, la creación y la invención.
Porque esto se paga siempre muy caro.
Es más bien una cuestión de ética. ¿Cuál es la ética de los que como Bill Gates y
Microsoft, quieren ganar la batalla de las nuevas tecnologías a toda costa, para sacar el máximo provecho personal? ¿Cuál es la ética de los raiders y de los golden boys que especulan en la Bolsa sirviéndose de los avances de las tecnologías de la comunicación para arruinar a los Estados o quebrar cientos de empresas en el mundo? ¿Cuál es la ética de los generales del Pentágono, que aprovechando los progresos de las imágenes programan con más eficacia sus misiles Tomahawk para sembrar la muerte?
Impresionados, intimidados por el discurso modernista y tecnicista, la mayoría de los
ciudadanos capitulan. Aceptan adaptarse al nuevo mundo que se nos anuncia como
inevitable. Ya no hacen nada para oponerse. Son pasivos, inertes, hasta cómplices.
Dan la impresión de haber renunciado. Renunciado a sus derechos y a sus deberes. En
particular, su deber de protestar, de sublevarse, de rebelarse. Como si la explotación hubiera desaparecido y la manipulación de los espíritus hubiera sido desterrada. Como si el mundo fuera gobernado por necios y como si de repente la comunicación hubiese devenido un asunto de ángeles.


José Saramago:
Escritor portugués nacido en 1922. Premio Nobel de literatura (1998).

Una carta de amor - Julio Cortázar

Este poema está en "Salvo el crepúsculo" un libro de poemas de Cortázar, editado en 1984 (año en que falleció el autor).
Esta entrada es de respuesta al pedido de un fiel lector que sugirió que subiera más cosas de Cortázar porque es simplemente genial! :)

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo

porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco,
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.


Les recomiendo el libro. Si quieren, cliqueen sobre el título arriba que ahí está!
Y les dejo otro poema que me gustó (y en el libro está justo antes de Una carta de amor):

La camarada

Claro que sos mi camarada
porque sos más, siempre sos más.
Hay la ruta en común, el horizonte
dibujado con lápiz de esperanza,
hay la amargura del fracaso
a la hora en que los hornos no se encienden
y hay que palear de nuevo el carbón del mañana.

Claro que sos mi camarada
porque sos la que dice no, te equivocaste,
o dice sí, está bien, vayamos.
Y porque en vos se siente que esa palabra es una
lenta, feliz, necesaria palabra:
hay cama en camarada,
y en camarada hay rada,
tu perfume en mis brazos,
tu barca anclada al lado de la mía.



Las figuras, la pasión y la verdad (Vico en Barthes)

Leyendo "La retórica Antigua", en La aventura semiológica, de Barthes, me gustó mucho este segmento:

Vico y la poesía
(el arte elige las figuras pero no las crea... lo figurado es una combinación artificial de elementos naturales...)
Partiendo de esta última hipótesis (las figuras tienen un origen "natural") es posible distinguir, aún dos tipos de explicaciones. El primero es mítico, romántico, en el sentido más amplio del término: la lengua "propia" es pobre, no alcanza para todas las necesidades, pero es suplida por la irrupción de otro lenguaje, "esas divinas eclosiones del espíritu que los griegos llamaban tropos" (V. Hugo); o también (Vico, recogido por Michelet), la poesía es el lenguaje original y las cuatro grandes figuras arquetípicas han sido inventadas sucesivamente no por los escritores sino por la humanidad en su Edad Poética: metáfora, luego metonimia, luego sinécdoque, luego ironía; al principio se las empleaba naturalmente. ¿Cómo pudieron, entonces, convertirse en figuras de retórica? Vico da una respuesa muy estructural: cuando nació la abstracción, es decir, cuando la "figura" se encontró situada en oposición paradigmática con otro lenguaje.

El lenguaje de las pasiones
La segunda explicación es psicológica: es la de Lamy y los clásicos: las figuras son el lenguaje de la pasión. La pasión deforma el punto de vista sobre las cosas y obliga a emplear palabras particulares: Si los hombres concibieran todas las cosas que se presentan a su espíritu simplemente, como son en sí mismas, hablarían todos de la misma manera: los geómetras usan casi todos el mismo lenguaje" (Lamy). Esta opinión es interesante porque si las figuras son los "morfemas" de la pasión, mediante las figuras podemos conocer la taxonomía clásica de las pasiones, y en especial la de la pasión amorosa, de Racine a Proust.
(...)
Se comprende mejor entonces cómo lo figurado puede ser un lenguaje a la vez natural y segundo: es natural porque las pasiones están en la naturaleza; es segundo porque la moral exige que estas mismas pasiones, aunque "naturales", sean distanciadas, colocadas en la región de la falta; como, para un clásico, la "naturaleza" es mala, las figuras de retórica con algo a la vez fundado y sospechoso.


Giovanbattista Vico (23 de junio de 1668-23 de enero de 1744): fue un abogado, filósofo de la historia y protosociólogo napolitano. Notable por su concepto de verdad como resultado del hacer (verum ipsum factum).
Su propósito manifiesto es poner en relación el mundo ideal con el real, poniendo en línea la filosofía -que se ocupa de la verdad- con la filología -que se ocupa de la certeza como método histórico y documental-, en lo que concierne a la investigación de la génesis ideal del mundo civil.
Se propuso formular los principios del método histórico, basándolos en tres premisas:

1. Determinados periodos históricos tienen características semejantes entre sí, aunque varíen los detalles.
2. Establece un orden en los ciclos históricos: Fuerza bruta, fuerza heroica, justicia, originalidad deslumbrante, reflexión destructiva, opulencia, abandono y despilfarro.
3. La historia no se repite, no son ciclos cerrados, más bien una espiral creciente que crea nuevos elementos.

Sus tesis sobre la distinta evolución de los periodos históricos influyó más adelante en las obras de Montesquieu, Auguste Comte y Karl Marx.

El punto de partida de la filosofía de Vico es la cuestión de la verdad, que para Descartes era ofrecida al hombre dentro del ámbito de aquellas ideas claras y distintas que le resultaban "evidentes".
Vico se ha de oponer con firmeza a esta concepción racionalista que, a su manera de ver, se desentiende de la creatividad, que constituye la facultad más propiamente humana. Así, según su célebre afirmación, "Verum et factum reciprocantur seu convertuntur": esto es, lo verdadero y el hecho se convierten el uno en el otro y coinciden.
Es éste el principio de la filosofía de Vico, el que establece el nexo entre la verdad y la producción, según el cual la única verdad que puede ser conocida radica en los resultados de la acción creadora, de la producción.