Los niños tienen el más antiguo
conocimiento de la sangre.
Pueden hacer una flor con sus sentidos
y diagramar un sueño
cuando nosotros diagramamos la mentira.
Juegan a la verdad como quien juega con el fuego,
sólo que ellos no se queman las manos
y andan desocupados de la muerte
de tan ocupados que andan por hacer la vida.
A veces se distraen, pierden el tiempo,
se aventuran por caminos que se inventan
y que no van a ningún lado,
porque ellos saben que esos caminos
están, precisamente, para perder el tiempo
y no para llegar a otra comarca.
Pero lo más hermoso de los niños
es que, también a veces, nos miran con ternura
y con el más antiguo conocimiento de la sangre,
se ponen a cantar y nos perdonan.
Hamlet Lima Quintana
En La llanura (Buenos Aires, 1981)
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