Bio - Martina Benitez Vibart


En los setenta
mi mamá estudió biología
con pasión.

Bio es vida.

Mi mamá ama la vida.
Creo que por eso
tuvo muchos hijos.



Este poema forma parte de Sismo, mi primer libro de poemas.



La poesía, el teatro y Federico García Lorca




"La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas. Se pasa junto a un hombre, se mira a una mujer, se adivina la marcha oblicua de un perro, y en cada uno de estos objetos humanos está la poesía. Por eso yo no concibo la poesía como una abstracción, sino como una cosa real, existente, que ha pasado junto a mí. Todas las personas de mis poemas han sido. Lo principal es dar con la llave de la poesía."





"El teatro fue siempre mi vocación. He dado al teatro muchas horas de mi vida. Tengo un concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera... El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una fuerza tal, que muestren sus traiciones, que se aprecien sus olores y que salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos."





Federico García Lorca (Granada, Andalucía, España. 1898-1936)








Sábado - Martina Benitez Vibart


El olor a asado
me recuerda a mi infancia.
Mi mamá hacía ensalada.
Mi papá cuidaba la carne.
Afuera, él escuchaba Radio Colonia.
Adentro, la música iba cambiando.
Yo cantaba y escribía en mi diario.

Por la tarde, venía alguna amiga.
Tomábamos chocolatada
y tostadas con dulce.
A la noche miraba una película.
Después, ya acostada,
sentía la exaltación.



Este poema forma parte de Sismo, mi primer libro de poemas (edición autogestionada, julio 2017)



el Amor, en El Banquete, de Platón (380 a.C.)

Página 37 de El Banquete, de Platón (Editorial Labor, Colombia, 1995)


“Fue Amor el primero que concibió de todos los dioses”.



Así, pues, por muy diversas partes se conviene en que el Amor es el dios más antiguo. Pero además de ser el más antiguo, es principio para nosotros de los mayores bienes. Pues yo al menos no puedo decir que exista para un joven recién llegado a la adolescencia mayor bien que tener un amante virtuoso, o para un amante, que tener un amado. Pues, en efecto, la norma que debe guiar durante toda la vida a los hombres, que tengan la intención de vivir honestamente, ni los parientes, ni los honores, ni la riqueza, ni ninguna otra cosa son capaces de inculcarla en el ánimo tan bien como el amor. Y ¿cuál es esta norma de que hablo? La vergüenza ante la deshonra y la emulación en el honor, pues sin estos sentimientos es imposible que ninguna ciudad, ni ningún ciudadano en particular lleven a efecto obras grandes y bellas. Es más, os digo que cualquier enamorado, si es descubierto cometiendo un acto de deshonra o sufriéndolo  de otro sin defenderse por cobardía, no le dolería tanto el haber sido visto por su padre, sus compañeros o cualquier otro como el haberlo sido por su amado. Y de la misma manera también vemos que el amado siente sobre todo vergüenza ante sus amantes cuando es sorprendido en alguna acción innoble. Por consiguiente, si hubiera algún medio de que llegara a existir una ciudad o un ejército compuesto de amantes y de amados, de ningún modo podrían administrar mejor su patria que absteniéndose, como harían, de toda acción deshonrosa y emulándose mutuamente en el honor. Y si hombres tales combatieran en mutua compañía, por pocos que fueran, vencerían, por decirlo así, a todos los hombres, ya que el amante soportaría peor sin duda ser visto por su amado abandonando su puesto o arrojando sus armas que serlo por todos los demás, y antes que esto preferiría mil veces la muerte. Y en cuanto a abandonar al amado o a no socorrerle cuando se encuentre en peligro… nadie es tan cobarde que el propio Amor no le inspire un divino valor, de suerte que quede en igualdad con el que es valeroso por naturaleza. En una palabra: ese ímpetu que, como dijo Homero, inspira la divinidad en algunos héroes, lo procura el Amor a los amantes como algo que brota de sí mismo.