Sonetos a la imaginación
a A.B.C.
Yo siento que en mi pecho deposita
dibujos incesantes; que me ampara
y me tortura. Siento que a una clara
armonía feliz me precipita.
A veces el infierno que medita
es cielo, el cielo infierno: me depara
aviesas invenciones que prepara
con su paciencia azul de hermafrodita.
En sus efímeras y abiertas manos,
le entregaré, le entrego el corazón,
que es de cristal y de adivinación.
La seguiré hasta el fin de los veranos.
La seguiré por largas galerías
con la belleza y el horror por guías.
En Los nombres (emecé, 1953)
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