"Sobre la desobediencia" por Erich Fromm (1981)


"No existe una distinción más marcada entre los seres humanos que la que hay entre quienes aman la vida y quienes aman la muerte. Este amor por la muerte es una adquisición típicamente humana. El hombre es el único animal que puede aburrirse, el único animal que puede amar la muerte. El hombre impotente (no me estoy refiriendo a la impotencia sexual) no puede crear la vida, puede destruirla y así trascenderla. El amor por la muerte en medio de la vida es la perversión más esencial. Hay algunos que son verdaderos necrófilos -y saludan a la guerra y la promueven, aunque en su mayoría no tienen conciencia de su motivación y racionalizan sus deseos como contribución a la vida, al honor o a la libertad-. Son probablemente la minoría; pero hay muchos que nunca realizaron la elección entre vida y muerte, y que se refugiaron en la actividad febril para ocultarlo. Éstos no celebran la destrucción, pero tampoco saludan la vida. Carecen de la alegría de vivir que sería necesaria para oponerse enérgicamente a la guerra.

Goethe dijo una vez que la distinción más profunda entre diversos períodos históricos es la que se establece entre creencia y descreimiento, y agregó que todas las épocas en que predomina la creencia son brillantes, exaltadas y fructíferas, mientras aquellas en que predomina el descreimiento se esfuman, porque nadie se preocupa de consagrarse a lo infructífero. La “creencia” de la que habla Goethe está profundamente enraizada con el amor a la vida. Las culturas que crean las condiciones para que se ame la vida son también culturas de creencias; las que no pueden crear este amor tampoco pueden crear la creencia."

Erich Fromm, en "Profetas y sacerdotes"
Capítulo 3 de Sobre la desobediencia (1981)